Arantzazu, las antípodas guipuzcoanas

El carácter guipuzcoano no se forjó a 40 grados centígrados

Arantzazu, las antípodas guipuzcoanas

Oñati es el municipio guipuzcoano al que vayas desde donde vayas siempre queda en el quinto pino. Podría decirse que la, según Ignacio Zuloaga, «Toledo vasca» queda de camino a ninguna parte si no fuese porque de allí parte la carretera que lleva a Arantzazu.

Además del camino de subida, una vez arriba podemos disfrutar de su Santuario y su fantástico conjunto artístico-arquitectónico: los frescos de la cripta, las puertas, vidrieras, «La Piedad», el apostolario, la arquitectura… una joya de la vanguardia artística de la época.

El carácter guipuzcoano no se forjó a 40 grados centígrados. Así un 1 de agosto de 2018, mientras los medios hablaban de ola de calor, los termómetros en Arantzazu rondaban los 18ºC y con gusto echábamos mano de sudaderas y chaquetitas.

Un día no da para tanto, de modo que toda visita lleva intrínsecamente la idea de volver y pasear hasta las campas de Urbia, las cuevas de los alrededores, así como al barrio de Araotz, cuna de —ni más ni menos que— Lope de Aguirre.


De Oñati es Pernan, gran artista, mejor persona y miembro de la diáspora guipuzcoana, al nunca estaremos lo suficientemente agradecidos por —entre muchas y buenas cosas— nuestro nombre.